domingo, 29 de marzo de 2015

Décima

Vacío tengo el cerebro
siempre que mi hambre y mi estómago
dañan profundos al mago.
Alegre y lleno: más libro
peligro que esquivo si abro
mirada al vacío. Lleno
petricor de aroma ajeno,
olvido sin giro es tiempo.
Vacío espectro contento
que, volátil, se hace eterno.

lunes, 23 de marzo de 2015

Nuestra décima colectiva



Ejercicio colectivo, a partir del cual cada alumno desarrollará su propia décima. Las características de esta estructura ya se han analizado en clase.
Yo
Yotzyry Edith Abarca Toledano


Quizás no me atreva, no porque las cosas son difíciles; ellas con difíciles porque no me atrevo. Soy tímida.
Caer y levantarme, llorare reír, hoy sí mañana probablemente no, fuerte pero también sensible. Las cosas que suceden; momentos, pérdidas, logros, sueños cumplidos, tristezas tienen un por qué para mí.
Soy comprensible aún con las cosas por las que no he pasado y también más impredecible que los daños provocados por un tsunami gigantesco. La música me mueve y me identifico con algunas frases; una de mis favoritas es "detrás de mi sonrisa encontrarás cosas que nunca entenderás".
No le encuentro sentido a las mentiras y no entiendo por qué algunas personas te exigen sinceridad, pero se ofenden si dices la verdad. Cuando me encuentro tranquila, no enojada, puedo ser comprensible, alegre y paciente pero cuando me enojo soy todo lo contrario. Decir lo que siento a veces puede ser mi mayor problema. Me gusta tratar a las personas como quiero que me traten y no me gusta darles la espalda a mis amigos. Día a día quiero ser mejor persona y de aprender nuevas sosas, de sonreír, disfrutar mi día, valorar lo que tengo y las personas que me rodean, vencer mis miedos y enfrentarme a nuevos retos, dar lo mejor mí y sobre todo vivo cada día como si fuera el último pero también el primero. No quiero morir sin antes haber hecho todo lo que me gusta.
   Décima 
Yotzyry Edith Abarca Toledano 



Voy para la calle a bailar 
mi hermano enseñando
y otros enamorando
mi intención es enseñar
lo que puedo demostrar 
mi hermano asustado
mi mejor tío perdido 
quieren que toque su mano
su cara es como mono 
y está agradecido 

lunes, 16 de marzo de 2015

Autorretrato


Andrea Toriz


Me causa rabia tener un muerto en la espalda cuando tengo un contorno de ciruelas que dibujan mis labios quebradizos; rotos por tanto suspirar los malos ratos, las sonrisas fingidas, las falsas caricias. Y que si la vida es bella; cuéntaselo a ella la que llora cascadas. Dice que no cree en el conejo que vuela después de las tres, que no se come el queso con miel y que la esencia no sabe a jerez.
Es como un costal de papas; pesado, denso: me sofoca, me ahoga. Y cuando me canso de cargarlo me como todo para que no pese ni un gramo. Ese muerto no se cansa de retoñar. 

jueves, 12 de marzo de 2015

Un rayo de luz para un cielo nublado

En sus ojos se refleja una barca en alta mar, un cisne tranquilo, un león dormido; su cuerpo frondozo como la copa de un arbol, suave como la flor, pero fuerte como tronco sostenido por su raiz; en su alma hay un destello como el agua limpia cuando la luz la mira.
Justo en el momento que da la vuelta, el Sol acaricia su rotro y deja visible  sus labios color manzana y eso que parece ser una meduza que lleva por sombrero. Un collar de cuentas blancas se deslisan al esbozar algo muy parecido a una sonrisa.
Oh que bella sonrisa. 
Sus ojos son dos pequeños granos de café pero al iluminarce son dos cuarzos color miel.
En sus odios se logra escuchar un repertorio completo de musica.
Cuando el quiere lo hace sin pensar, el intenta y no importa lo que suceda el sigue intentando, es un guerrero que lucha sin parar, sigue sus metas y sueños, pero si llega a caer se levanta las veces necesarias y lo supera y esa caida la usa para poder ser mas grande y fuerte.

El dragon que lleva dentor aveces se vuelve una flor a mediodia que es hermosa y ese bloom que contiene lo deja salir y asi es como el logra ser esa persona con virtudes y defcctos. Las vistudes son las cualidades mas bonitas que he conocido, sus defectos lo completan, sin ellos el no prodria ser esta persona que tengo frente a mi.

Retrato


Aldo Javier Raboño Borbolla

Michelle Amaya Esparza

 

Hombre alto y delgado como los rascacielos, con alma llena de voluntad. Es muy inteligente. Con un buen corazón, inocente, pero con un carácter… Es quejumbroso, muy quejumbroso cuando algo no le agrada. Desprendido de cosas materiales. Tiene voluntad, y es noble. Es muy trabajador, su pasión son los automóviles incluso se mancha las manos y le mete mano al motor. Fantasioso y especial hablando de su pasión. Al subirse a un automóvil pierde la cabeza, se pierde en la adrenalina, la velocidad corre por su cuerpo. Hace cosas que son muy poco comunes de ver. Es divertido. Le gusta lealtad, No es muy constante con lo que él hace. La música hace que tiemble y se acelere su corazón. Tiene mirada sincera, unas pestañas largas y rizadas que hacen que sus ojos se vean más grandes. Cuando no quiere hacer alguna cosa o no le gusta algo se rehúsa y se cierra a no hacerlo. Es penoso y tímido, cuando algo lo apena su color cambia, es una explosión de sentimientos. Prefiere quedarse en casa. Es olvidadizo. Ocupa sus cualidades para ayudar a los demás. Cuando las personas no le agradan prefiere alejarse, pero suele ser muy entregado con las personas que quiere. Se complica mucho con cosas muy sencillas. La acción es su tema favorito. Los espacios en donde él esta son muy limpios, la primera impresión es muy importante.

miércoles, 11 de marzo de 2015

Un día común y corriente

Andrea Toriz

Tote llegó a la escuela y saludó a todos los habitantes de su grupo escolar.
-Hola, Vera. Hola, Job. Hola, Canapé. Hola…
Prosiguió a saludar a los objetos de su alrededor.
-Hola, butaca. Hola, pizarrón. Hola, ventilador. Hola, hermosos calcetines de Chucho. Hola, árbol. Hol… (fue interrumpida sigilosamente). 
-Hola, Tote- dijo una voz quebradiza.
-Oh, ¿quién dijo eso?- preguntó, petrificada.
-Yo, el árbol del patio- respondió, sacudiendo sus ramas.
Tote se acercó discretamente y puso, suavemente, su oreja en el tronco del árbol.
-Puedo sentirte, pequeña niña. Rodea mi tronco con tus brazos, así podré sentirte mejor y nos hundiremos en una momentánea sensación de éxtasis.
Ella accedió.
-Solo quiero pedirte una cosa, esclava de mis deseos.
-Lo que sea, oh, querido árbol del patio. 
-Ya no quiero que me golpeen cuando juegan voleibol; lastiman mis ramas y mi corteza. Si  me concedes esto, como recompensa, te revelaré un secreto inmensamente impresionante.
Antes de que Tote pudiera aceptar la oferta; la maestra Tere entró al salón de clases.
-¡ 1, 2, 3, 4…! ¡segundo semestre!… ¡5, 6, 7!
-Me tengo que ir, pero cuando termine con ese asunto regresaré.
Cuando regresó; se acercó al árbol, lo rodeó con brazos y pegó sus oreja a la corteza.
Vera apareció en el patio y vio a la pequeña chica sentada en los escalones. Era preocupante; estaba con la mirada perdida y jalaba sus calcetas, nerviosamente, pero con ritmo suave.
-¿Tote? ¿Tote? ¿quieres una moneda de chocolate?… ¡hey, Tote! 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Capítulo 68

Vera Manzano

Apenas él le recitaba el poema, a ella le vibraba el cuerpo y caía en nubes, en salvajes tormentas, en versos hipnotizantes. Cada que él inhalaba y devolvía aquél humo, este se enredaba formando un verso sustancioso y tenía que volverse de cara a ella, sintiendo cómo poco a poco las palabras la inundaban, de iban extendiendo, esparciendo, hasta quedar volando entre ellos, cayendo como el sentimiento frustrado de aquél poeta al que se le han ido rompiendo las estrellas de su noche. Y sin embargo apenas era el principio, porque en aquél momento ella le arrebataba el cigarrillo, consintiendo en que él terminara suavemente los renglones. Apenas estos se entreplumaban, algo como un dolor las solidificada, las hacía pesadas y sustanciosas, de pronto eran fuego, eran pesadillas mortales de los románticos, las palabras se tornaban en angustia, los pensamientos del amante en repetitiva desilusión. ¡Evohé! ¡Evohé! Despeinados en el reflejo de la cómoda, se veían respirar desconcertados y aturdidos. Temblaba el segundero, se vencía la realidad y todo se transformaba en un profundo verso, en otra metáfora de aquél escrito apenas leído, en destinos casi crueles que los sentenciaba al límite de la cordura.
Luis Enrique

Vera Manzano

Un día más. Una mañana soleada más.
Otro automóvil, otro camino recorrido.
Llega al salón de clases, el suyo, el del grado en que cursa, y se sienta en aquella banca que está casi al fondo, la cual también es suya.
Ve los rostros que le rodean; algunos son aún desconocidos así que en sus pensamientos no se asoma más que la indiferencia de saber que están ahí, de sentirlos al hablar, de oírlos moverse, como todos los días…
Otros, sin embargo, lo hacen sentirse confiado y libre, le irradian felicidad y tranquilidad.
¿Qué mejor que tener un compañero con el cual no haya que dar explicaciones?
Un compañero que disfrute lo que él, que se ría como él.
Lo demás es demasiado, lo que es incomprensible le resulta aturdidor.
Dentro de estos dos niveles de confianza, estas dos fases en las que se presenta, él resulta atraído, en particular, por otra distinta: una persona que se une a él, que le da la fuerza que necesita al sentirse débil.
A ella no le da ni los mismos ojos ni la misma sonrisa ni las mismas palabras que le da a los otros. Y es que ella simplemente está. Ella lo ve constantemente y busca en su mirada eso que él considera muy preciado; su confianza, su cuerpo, sus tristezas.
No lo dice ni se lo explica, igual que cuando uno trata de expresar sus sentimientos hacia la madre propia. Ella solo está, y lo ama.
Luis Enrique, con cuerpo moreno y ojos del color de la noche, no se cuestiona mucho acerca del porqué de su rutina. Las situaciones del futuro se irán dando, y las del presente se concentran en elegir el sabor de su picada.
Él es una sonrisa andante, sin mucho trasfondo, sin mucho adorno. Gracias a su calma y su naturalidad, el mundo aún es un lugar con gente que ríe por reír, porque le gusta.

Mi Autorretrato

Con ojos entre abiertos,
Oscuros como aceitunas
Mirada intensa y suave a la vez,
Labios casi inexpresivos.

Es libre como el viento,
Siempre deja una huella
En cada lugar que se postra.

La mayoría de las veces,
Tiene y vuela hacia un objetivo fijo
Y cuando no lo encuentra, lo busca
O lo crea sin perder el rumbo de su dirección

A veces puede ser propia, delicada, curiosa
Otras en cambio es todo lo contrario.
No tiene intermedios,
Pasa con facilidad del frío al calor.
Y viceversa.

Puede estar sonriendo,
Y un minuto después rompiendo en llanto.
Sus alas son enormes, lo suficiente para cobijar
A quien lo necesite.

Con pies ligeros y flexibles como ligas.
Que sostienen todo su cuerpo.

Sus alas, cada pluma maltratada y quebradiza
Expresa un golpe, un error, un mal momento.
Sin embargo como el ave fénix siempre se repone.

Ocurrente como la lluvia en diciembre,
Apasionada como las aves al viento,
Enamorada como el pintor al pincel.
Con un corazón muy pequeño,
Pero lleno de mucho para dar.

En ocasiones muy egoísta y otras muy generosa.
Siempre buscando la libertad de su alma,
Siempre buscando la respuesta a cada duda.
Encontrándose con cada sorpresa,

Y al final de todo, logrando cada objetivo,
Cada meta, cada sueño.
Siendo libre, libre como el viento.
Libre como la corriente, como el colibrí.

x

Traducción del cap. 68 de "Rayuela" Por Mayeli Abúndez


Apenas él le susurraba el plan, a ella se le agotaba el sueño y caían en conciencia, en salvajes divagaciones, en expectativas exasperantes. Cada vez que él procuraba compartir las mentiras, se enredaba en un trajinar quejumbroso y tenía que hablar de cara al vacío, sintiendo como poco a poco las palabras se acababan, se iban apagando, muriendo, hasta quedar tendido como el pedazo de papel al que se le han dejado caer unas gotas de mercurio. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se descubría los ojos, consintiendo en que él aproximara suavemente sus labios
Apenas se tocaban, algo como un torbellino los revivía, los mareaba y consumía, de pronto era el ciclón, la sinfonía convulcante de las almas, la parpadeante sensación del ensueño, los misterios del doble interior en una misma piel. ¡Crescendo! ¡Rallentando!, gritaban voces en la cresta del universo, se sentían etéreos, sonámbulos y completos. Temblaba el aire, se vencían las voluntades, y todo se resumía en un profundo respirar, en acordes de siete notas, en besos casi crueles que los elevaban hasta el límite de las posibilidades

Traducción

Rayuela 
Julio Cortázar 

Apenas él le leía el poema, a ella se le aceleraba el corazón y caían en conmoción en salvajes pensamientos, en movimientos mutuos. Cada vez que él procuraba calmar las emociones, se enredaba en un grito incontrolable y tenía que taparse la cara frente a ella, sintiendo como poco a poco sus manos lo abrazaban, se iban sintiendo, tocándose, hasta quedar tendido como el muerto de agonía al que le han dejado caer unas horas extras. Y sin embargo era apenas el principio porque en un momento dado ella se tocaría los senos, consintiendo en que él aproximaría suavemente sus brazos. Apenas se acercaba algo como un mundo los envolvía, los conectaban y actuaban, de pronto era el momento, la unión voluntaria de las mentes, la unión involuntaria de los cuerpos, los opuestos.
¡entendimiento! ¡entendimiento! Diferencia en la sociedad del mundo, se sentían avergonzados perdidos y encontrados. Temblaba el cuerpo, se vencían las peredas, y todo se resolvía en un profundo placer, en acaricias de silenciosas miradas, en movimientos casi crueles que les ordenaban hasta el límite de las palabras parar.

martes, 10 de marzo de 2015

Capitulo 68 Rayuela

Rayuela
Traducción por Aldo Raboño

Apenas él le echóa perder el juego, a ella se la juntó el pescuezo y caían en camas flotantes, en salvajes sarapes, en almohadas exasperantes. Cada vez que él procuraba frotar el miembro, se enredaba en un estudio quejumbroso y tenía que agarrarse de cara a pies, sientiendo como poco a poco las fuerzas se juntaban, se iban calentando, precionando, hasta quedar tendido como el árbol al que se le dejar caer las ramas de las plantas. Y sin embargo, era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tocaba los pies, consintiendo en que él aproximara suavemente su miembro. Apenas se entralazaban algo como uno mismo, los prendía, los provocaba y excitaba, de pronto era el beso, la furiosa provocación de los seres, la excitante acción del momento, los precios del paso en una sobrehumana pausa. ¡Evohé! ¡Evohé!. Puestos en lo alto del muro se sentían bien, excelentes y perfectos. Temblaba el piso, se vencían los resortes, y todo se resolvía en un profundo silencio, en las sábanas tendidas, en caricias casi crueles que los arrastraban hasta el límite de las energías.

Autorretrato

Vera Manzano


Puedes verla a lo lejos y verás su silueta rígida. Es como una máquina. Todo su exterior está hecho perfectamente para que pueda existir: tiene dos troncos fuertes seguidos de unos ratoncitos, sucios y maltratados por todas las aventuras, que le permiten andar; una estructura para mantenerse de pie y soportar golpes; tiene incluso artefactos para mitigar la comezón. 

            No es necesario que hable ya que si te fijas bien podrás ver mucho de ella con todos los recuerdos que le dejó la vida en el cuerpo. Los trazos pintados con crayola recordando todas sus sus caídas, las arrugas que revelan tanto su alegría como su tristeza, su amor a las aventuras en aquellas manchas púrpuras, las marcas de su enfermedad y, sobre todo, todas las constelaciones que abarcan su piel.

Mira a través de las cuevas que se ubican en su cara para ver de lo que realmente está hecha. Son sus lazarillos, satisfacen todos sus sentidos comprobándoles qué es lo que toca, huele o siente. Son infinitas: no les verás final. Nunca terminarás de conocerlas ya que mientras más avanzas, más conoces de su inmensidad.


Al verla en sus ojos, podrás darte una idea de lo que ocurre ahí dentro, dentro de esa máquina imperfecta. Hay un corazón harto del amor de revistas, una mente valiente que quiere saber, que quiere entender. Siempre quiere sentir, lo anhela. Quiere una caricia que le de calor, una noticia que la ponga fría, un misterio que la haga perder la noción del tiempo… quiere existir.

lunes, 9 de marzo de 2015

Traducción del capitulo 68, Rayuela, Julio Cortázar.

Ana Paula Sierra González

Apenas él le decía algo, a ella se le agotaba el aliento y caían juntos,  en salvajes deseos, en suspiros exasperantes. Cada vez que el procuraba retomar lo inconcluso, se enredaba en un gemido quejumbroso y tenían que envolverse cara a cara, sintiendo como poco a poco  las  ganas se encendían, se iban aumentando, hasta quedar tendido como el pétalo de una rosa al que se le ha dejado caer por falta de agua. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se encargaría de pedir más, obligándolo a qué aproximara suavemente su cuerpo. Apenas se tocaban, algo como una tormenta los rodeaba, los acercaba y finalmente los unía, de pronto era un ciclón, las ganas de volver a estar juntos, se volvían locos, la espera terminaba por volverse agonía. ¡Deseo! ¡Deseo! Se sentía en el palpitar del corazón. Temblaba el cuerpo, se aceleraba el ritmo cardíaco, y todo se resumía en un profundo placer, en miles de sensaciones, en caricias casi crueles que los transportaba hasta el límite de un éxtasis. 

Retrato de Max Violante

Por Mayeli Abúndez 

Max es la sonrisa fugitiva que se esconde por convicción propia, es una hilarante casualidad, una seriedad engañosa. Max es un alivio, siempre está dispuesto a regalar un poco de humor desenfadado en un mundo en el que siempre hace falta. Es la recompensa del buen observador que busca la grandeza en todos lados, sabe encontrar la risa donde aparentemente no está y darle sentido a la vida a través de todo lo que le apasiona. No le da miedo reírse del mundo. Puede ver la nobleza más pura donde otros ven sólo un deporte. No necesita llamar la atención para sentirse completo, es libre, sencillo y natural, como el olor de la lluvia, como sentir pasar el viento. 
Un sublime contendor de misterios, sueños y secretos. Un torbellino encasquillado, listo para salir en cualquier momento. Como una constelación, Max prefiere brillar acompañado que solo. Buscando siempre llegar al equilibrio. 
Max es la prueba latente de que la poesía está en todas partes.

Autorretrato


Mayeli Abúndez Olvera

Soy. A veces no soy. A veces soy sin darme cuenta. A veces no quiero ser. 


Soy la suma de los días, el recuento de los daños. 
La duda que, hipócrita e irremediable, se condena a cuestionarse
que sale de ningún lugar, que va hacia todas partes.
Soy el efímero milagro que cambia todos los días. 
Me separo del suelo, volátil como un sueño líquido. 

Ojos de caracol, piel de hojas secas, raíces negras por debajo del sahasrara, que se estiran para regresar al suelo.
Soy una incoherencia lógica, un oxímoron sonambulante
Soy lo que obtuve a cambio de  tres mil doscientos treinta y seis días. 
Soy ideas mudas. Melodía sorda, empírica. 
Llevo mi origen conmigo, no tengo para qué volver a ningún lado. Estoy atada a mi libertad. 
Soy independiente, dentro de mi propia jaula. 
Soy un compendio de secretos difuminados, un constante palpitar que se revierte en el oleaje del tiempo, multiplicando su deseo 
de salir a flote.

Soy el remordimiento tardío, 
que carga consigo las respuestas a preguntas 
que nadie se atreve a hacer. 
Soy la ironía que hay en saber 
que se debe pagar el precio de venir a ser, viniendo a ser. 
Soy un silencioso debate entre voluntades enemigas. 
Soy una broma ridícula de la que surge de vez en cuando una risa solitaria.                 
Soy una mutación del amor por la soledad. 


Soy. A veces no soy. 

Y es que a fin de cuentas, del ser al no ser no hay tanto trecho como se piensa.