jueves, 4 de junio de 2015

Final de los pinches chamacos

                                                               Por Mayeli Abúndez

Esa noche, nomás de llegar, a los dos nos dieron una que fue la madre de todas las golpizas. Después como de una hora, nos mandaron a dormir y todavía teníamos una hambre que nos dolía todo de la chingadamente. Nadie nos preguntó a dónde habíamos ido, ni nos dijeron qué nos iba a hacer, pero tuvimos que actuar por si las dudas.
Antes de ir al edificio, en la tarde, habíamos decidido hacer como en una película que dijo Marina que había visto, y quedamos de encontrarnos en el pasillo del del tercer piso en la madrugada. Primero fuimos a su casa y le abrió la garganta a su mamá con un cuchillo que había traído de la cocina. Nos quedamos viendo como se retorcía y hacía ruido como de estar debajo del agua, olía dulce, como a tierra. Luego me tocó a mí, y fue lo mismo, decidimos que lo mejor era matar a Concha también, ella se retorció más que nadie pero al final también se quedó quieta. Medio limpiamos con unas sábanas y nos fuimos a dormir.
Al día siguiente, empezamos a excavar desde tempranito, y otra vez de madrugada, empezamos a arrastrar los cadávers para meterlos encimados en los hoyos junto con las sábanas. Sudamos a madres, y aparte tuvimos que limpiar el camino de sangre que fuimos dejando. Pasaron como dos semanas y el patio empezó a oler de la chingada y a llenarse de moscas, los vecinos se organizaron para excavar y valió madres. Los encontraron a todos, morados, inflados y llenos de gusanos, pero de todos modos los reconocieron. Se dieron cuenta de que habíamos sido nosotros, que porque éramos amigos de Rodrigo. Nos gritaron "¡Pinches chamacos enfermos!", ni tiempo nos dio de echarnos a correr, nos agarraron entre todos y nos dieron otra madriza tremenda. Cuando llegó al policía todavía me salía sangre de la nariz y Marina no podía abrir el ojo izquierdo. Se pusieron a discutir los policías con los vecinos y los reporteros, nosotros seguíamos en el suelo y a fin de cuentas nos terminaron subiendo a la patrulla y tomando un montonal de fotografías.
Sacaron la noticia en todas partes y en los periódicos nos pusieron de todo: malditos, poseídos, asesinos y demás. Ya por fin dejamos de ser pinches chamacos.

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