Capítulo 68
Vera Manzano
Apenas él le recitaba el poema, a ella le vibraba el cuerpo y caía en nubes, en salvajes tormentas, en versos hipnotizantes. Cada que él inhalaba y devolvía aquél humo, este se enredaba formando un verso sustancioso y tenía que volverse de cara a ella, sintiendo cómo poco a poco las palabras la inundaban, de iban extendiendo, esparciendo, hasta quedar volando entre ellos, cayendo como el sentimiento frustrado de aquél poeta al que se le han ido rompiendo las estrellas de su noche. Y sin embargo apenas era el principio, porque en aquél momento ella le arrebataba el cigarrillo, consintiendo en que él terminara suavemente los renglones. Apenas estos se entreplumaban, algo como un dolor las solidificada, las hacía pesadas y sustanciosas, de pronto eran fuego, eran pesadillas mortales de los románticos, las palabras se tornaban en angustia, los pensamientos del amante en repetitiva desilusión. ¡Evohé! ¡Evohé! Despeinados en el reflejo de la cómoda, se veían respirar desconcertados y aturdidos. Temblaba el segundero, se vencía la realidad y todo se transformaba en un profundo verso, en otra metáfora de aquél escrito apenas leído, en destinos casi crueles que los sentenciaba al límite de la cordura.
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